Han sido diez largos días sin pausa y bastantes prisas. Desde nuestra salida de Mashad no hemos tenido tiempo para parar y respirar un poquito.
De camino a la frontera con Turkmenistán dormimos en puestos de socorro con sus enfermeros y conductores, en Robat Sharaf un caranvansarai con 900 años de antigüedad y en Saraghs en casa de una familia encantadora. El paso por la polvorienta frontera con Turkmenistán fue menos traumático de lo esperado, fuimos bien atendidos, bien recibidos y a pesar de las dos horas de trámites todo fue rodado, nada de desempaquetar y nada de cacheos o interrogatorios.
Turkmenistán fue para nosotros un país de tránsito. En nuestra primera noche dormimos en casa de Nuri y Gusel, una matrimonio turkmeno que nos acogió y cuidó con mil detalles, a pesar de la humildad de las condiciones no sentimos verdaderamente bienvenidos. Nuri es un hombre de mirada tranquila pacífica y honesta tiene cuarenta años y es como muchos una víctima más del sistema comunista de la URSS. A los dieciocho años fue enviado a San Petesburgo a servir con el ejército y de ahí le mandaron a la guerra con Afganistan. En 1987 tuvo la desgracia de pisar una mina perdiendo una pierna y sufriendo graves heridas que aún hoy le marcan la vida. Gusel su mujer, es una mujer enérgica,trabajadora, llena de vida y amor hacia Nuri y sus hijos, de mirada viva no se le escapa nada y mantiene todo como a ella le gusta, en orden.
Por el camino dormimos en restaurantes de carretera, y en Mary en otra casa particular donde para poder ducharnos me vi obligado a brindar con vodka cuatro veces, uno por cada año que celebraba la niña, dando gracias a dios que no cumplia dieciocho.
El constante viento en contra y las temperaturas de hasta 49ºc nos pega al asfalto y al cuarto día nos vemos obligados a buscar un trasporte alternativo ya que el visado de solo 5 días nos expira al día siguiente En Zahmet, un pueblaco a 170km de Turkmenabat volvemos a tirar de la hospitalidad Irani y la solidaridad del camionero. Pedimos ayuda a Khosraw, un camionero irani con rumbo a Afganistán. Khosraw esta tostado y seco por lo extremo del camino y por las condiciones a las que se somete en su anciano camión modelo Mack con más de treinta años de batallas. Sin aire acondicionado, sin ventilacion y con una velocidad maxima de 80km/h soportamos con él una temperatura constante de 33ºC en la cabina. Su hijo,Behrouz viaja delante en otro camión de fabricación rusa y sufre las mismas condiciones salvo que es más joven y tiene música. La solidaridad con los que sufren el camino hacia Afganistán se hace patente, según nos cruzamos con otros compañeros, se saludan, algunos paran se abrazan, intercambian informaciones, uno incluso le regala una sandia fría al enterarse que lleva “polizones”. De nuevo la hospitalidad irani no tiene comparativa, por el camino atravesamos varios pueblos y en uno observo como antes de llegar Khosraw dobla varias veces un billete turkemeno y en el momento adecuado lo lanza por la ventana para que un pobre niño lo recoja de la carretera. En otro punto vemos como un trabajador de la carretera bajo un abrasador sol crepuscular alza una botella vacia, Khosraw rebusca debajo del asiento inquieto, encuentra lo que busca y me entrega una botella de agua mineral, entiendo perfectamente y lanzo en el último momento la botella, resulta que tiene estas botellas para ocasiones como esta. Un irani jamás te dejará pasar sed, se lo dicta su religión y lo que es más, su conciencia. Los 170km hasta Turkmenabat son de árido desierto donde la vegetación lucha contra la inestable arena y el abrasador calor por sobrevivir. El enorme Mack naranja navega por el irregular firme lentamente como debieron hacer las caravanas antaño. Dormimos en un aparcamiento para camiones. Khosraw nos calienta arroz, que su mujer le ha preparado, al enterarse que estamos mal del estomago. El quinto y ultimo día en este país de tránsito no es menos agotador, quedan 50 km hasta la frontera y el camino no es menos duro.
A los pocos kilómetros nos encontramos con el mitico Amu Darya,(antiguamente llamado Oxus) río que tuvo que cruzar Alejandro Magno utilizando toda su destreza para seguir avanzando en sus conquistas hasta Bukhara. Tardó 5 días en cruzarlo con ayuda de puentes improvisados, construidos con pieles de animales y sacos rellenos de heno,unidos entre sí por tablas y postes entrecruzados. El rio se cruza a través de un mísero puente flotante (pontón militar) más apto para cruzar tropas que otra cosa. A nuestro paso el Amu Darya muestra todo su poderío y baja casi a rebosar poniendo a prueba la resistencia del puente. Kilométricas colas de camiones esperan a cada lado para cruzar de uno en uno. Algunos tardarán 2 días en cruzar solo tres menos que Alejandro.
El tránsito por la frontera Uzbeka se realiza también sin problemas, quisiera dar más intriga y aventura pero permaneciendo fiel a los hechos fuimos bien recibidos, atendidos y despachados, incluso los agentes de aduana nos ayudaron con las maletas. Me puedo imaginar con que cara de agotamiento nos verían.
Diez largos días, cinco de ellos con las tripas en huelga hasta Bukhara y aquí estamos, este es nuestro segundo día aquí y todavía no hemos salido a la calle. El sol abrasa y lamentablemente no podemos contar más de esta impresionante y mítica ciudad de la ruta de la seda.
Mañana quizás si......
Por ahora calor, agua y apretar el culo o las tripas.
